Caso 42557   3  pts.  (2 calificaciones) Cía: Banamex29/09/10

Banamex Sordera

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Nunca me había sentido tan alarmado. Desde hace más de un año desconocidos hablan a mi casa preguntando por un tal Carlos Sordo. Yo me llamo Carlos, Carlos Vicente, pero ¿sordo? Soy sumamente distraído, según atestiguan fieles amigos. Y con todo, ¿qué torpeza habré cometido para que me confundan con Carlos Sordo?

Cada día levanto el auricular de tres a cuatro veces para aclarar que no soy Carlos Sordo: a las siete de la mañana, a las doce, a las cuatro pe eme y a infortunadas horas de la noche. Me ha dado por contestar con voces distintas en cada ocasión, representar el personaje de la abuelita enferma, el primo pocho, la secretaria congestionada, la señora del aseo, el aguador... Eso, una vez que me resigné y dejé de perder la compostura y de recordar que incluso los desventurados telefonistas tienen madre. Telefonistas. Me han dado sus nombres y me es imposible retenerlos. Los primeros cuatro meses me fueron especialmente alergénicos: hablaban de Banamex y querían que yo fuera Carlos Sordo a como diera lugar. Cuando el hartazgo venció mi paciencia y mi retahíla de voces maltrechas me comenzó a sonar repetitiva, me dirigí a la sucursal del banco más cercana a mi domicilio, allá por Arboledas. Me atendió un gerente de pequeña estatura e inteligencia que se identificó con una tarjeta tachada con pluma y que exhibía el nombre de Sergio L. Curioso: como si su apellido fuera Lamas, mi solicitud de aclaración se enlamó en su escritorio. La segunda vez que fui a su oficina sacó de un cajón mis papeles, los papeles que comprobaban –hasta a mí mismo a esas alturas– que yo no era Carlos Sordo. El hombrecillo marcó un teléfono, saludó con gran efusión a su compadre, se pusieron al corriente de sus flácidas vidas por más de diez minutos mientras yo esperaba sentado en un incómodo banquillo, y luego, por fin, me prometió que borrarían mi teléfono de su sistema. Respiré aliviado. Dos semanas después hablaban de nuevo y ferozmente a mi casa de parte de ese banco que ya ni es nacional ni mexicano. Desesperado, me comuniqué a su programa Queremos Escucharte, aunque de nada sirvió nuestro nutrido envío de mails e identificaciones. Mi línea telefónica fue tomada por asalto, congestionada por el bufete de abogados Milla y Asociados durante un prolongado y accidentado intercambio de pareceres que no nos llevaba a ningún lado. Ellos alegaban que yo era Carlos Sordo. Yo, hacía como que no escuchaba. Pasó medio año más y entonces Temores y Asociados prosiguió con el caso. Hasta hoy parecen estar convencidos de que soy Carlos Sordo.
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Comentarios sobre esta queja
01/10/10
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miguelss1  / miguel angel  / 09
1003
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yo desconecto los telefono y les digo a mis conocidos......marcame por celular..manda un email... y que tiznen a su ma*** los de banamex, en mi opinion, como que te gusta que te marquen y te fastidien o algo asi....
01/10/10
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XyGdl  07
180
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¿Esto fue una queja o una prosa?
06/10/10
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ACUARIO  / Hola, YA REGRESÉ, SALUDEN, GACHOS / 09
4286
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estas sordo o que ???? jejeje

pues diles que si estas sordo , pero que no hay problema que pase su cobrador a tu casa (que vayan a la direccion que tienen registrada)

por ningun motivo des tu direccion verdadera, que la tomen del sistema de cobro

que ya tienes el dinero que les debes.
11/10/10
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Carlos Vicente  10
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Fue una queja en buena prosa y con un toque de sentido del humor. En realidad ya me lo tomo a la ligera cuando me hablan esporádicamente. También me interesaba ver hasta dónde podían llegar. Sí, intenté varios métodos de disuasión, y sí, también me hice el sordo... A la vez vivía un rollo existencial que tenía que ver con todo el asunto. Lo último será cambiar la línea telefónica y dejar de divertirme con el lenguaje de intimidación que utilizan los telefonistas, ahora de Temores y Asociados. Se creen abogados. Ja. Por último, me era importante decir de manera sugerente (porque en este sitio está prohibido) los verdaderos nombre y apellido del gerente de Banamex como una pequeña venganza por su ineptitud y cinismo. La queja la publiqué después en una revista tapatía (La Zona) como un artículo de opinión y le di un final humorístico: "Tantas personas no pueden estar equivocadas". Y a otra cosa.
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